Nos pasa, en algunas ocasiones, que a los procesos de selección nos llegan candidatos aparentemente interesantes y digo “aparentemente”, porque tienen un excelente curriculum formativo, tienen experiencia en distintas empresas, distintos sectores y han ido acaudalando conocimientos muy interesantes sobre el “saber hacer” de la especialidad que tengan.
La formación especializada suele ser uno de los puntos fuertes que, además, nos deja, en algunos casos, boquiabiertos, pero… son un “penas”.
Hace muy poquito tuvimos uno de estos casos.
Tras ir escuchando su trayectoria, hubiéramos comprado todos y cada uno de sus “poderes”.
Todo iba bien hasta que empezamos a preguntar qué falló para que, en cada una de sus experiencias profesionales, la “magia” se acabara, se rompiera el interés mutuo, o de qué parte se rompió el interés.
Empezó aquí el recuento de cada una de las “penas” que el candidato había sufrido en cada uno de sus puestos. Aquel “Cuento de Hadas” con el que empezó el relato, se iba convirtiendo en “Los tres cerditos”, en los que, durante cada relación laboral, se le acercaba un “lobo” y le gritaba aquello de: “Soplaré y soplaré y tu casa derribaré”.
En todos los casos había sufrido presión, incomprensión, había sido avasallado, incluso insultado y finalmente, en unos casos, se había marchado voluntariamente, en otros había sido despedido. Y hablo de empresas de reconocido prestigio, de las que conocemos cómo funciona su departamento de recursos humanos.
Mi pregunta, en este caso y en otros que me he encontrado similares, ha sido siempre: ¿Y te has preguntado por qué? Las respuestas han sido siempre variopintas. Desde que “había interés en que se incorporara alguien de la familia”, hasta que “no les caía bien”, pasando por un mosaico de “pretextos”.
Mi experiencia siempre ha sido la misma y la resumo en una sola frase: El que es un “penas”, seguirá siendo un “penas”.
No puede ser que allá donde vayas tengan la intención de cambiarte por miembros de la familia, o que donde vayas no caigas bien, o que los errores los cometan otros y te los dejen caer a ti, etc. Si esto se produce es porque tú buscas el problema, no porque el problema te busque a ti.
En uno de los casos que me encontré, por la cercanía que tenía con el candidato, decidí hacer un seguimiento algo más intenso. Resultó que, a los pocos meses de estar trabajando, ya me decía que veía que su puesto peligraba, mientras yo mantenía reuniones con la Dirección y no había la menor queja del empleado, ni avisos de ningún cambio. La percepción del empleado fue creciendo y facilitó, a través de la desgana que esta percepción le iba produciendo, alguna llamada al orden, que terminó confirmando lo que él había dicho, que su puesto corría peligro.
Sin embargo, el origen estaba en él. Él generó aquella onda negativa.
Desde esta Dirección de Recursos Humanos, cuando vemos un candidato que ha sido un “penas” en todas sus experiencias profesionales, tenemos muy en cuenta que puede repetir su historia con nosotros.
Como consejo a los que sois candidatos en algún proyecto, revisad bien cómo han sido vuestras salidas de las empresas. Si las teníais como tragedias y estabais dispuestos a contar el drama, olvidadlo. Contad la historia en positivo, dadle la vuelta, porque no hay nada peor para un seleccionador que encontrarse un “PENAS”.